El sol ya está sobre nuestra cabeza pero la ciudad no parece darse cuenta. Los cierres echados, apenas algunos transeúntes, pocas bicicletas y gente esperando para que abran algún organismo oficial.
Este es el aspecto de Tetuán en una mañana de Ramadán. Ramadán es el noveno mes según el calendario musulmán. Los musulmanes de todo el mundo no pueden comer ni beber hasta el ocaso del sol. Al no coincidir con el calendario gregoriano, sus fechas van variando de un año para otro, y en esta ocasión ha caído en julio.
Me dicen algunos de los habitantes de Tetuán que prefieren el Ramadán en verano, el frío da más hambre. No es una opinión compartida por todos. En verano el sol castiga y el cuerpo pide agua, pero sobre todo….esos días que no acaban. Si otros años las jornadas de verano se recuerdan como un goce duradero, en Ramadán es el el sacrificio el que dur
a más tiempo.
En época de Ramadán los marroquíes retrasan los relojes una hora adecuándose a la hora solar real, tal vez en un intento porque el día acabe antes, y llegue antes el momento en el que las familias se reúnen en torno a la misma mesa que lleva todo el día cogiendo polvo y ahora se ve abarrotada de platos a rebosar. Esto hace que la ciudad se levante tarde, con el recuerdo de los bocados de la noche anterior. Si a eso se le añade el cambio en el reloj sólo de este mes, el resultado es un turista hambriento y no acostumbrado al suplicio que busca desesperadamente un lugar para desayunar y no lo encuentra hasta que el sol ha calentado las calles ya varias horas.
En realidad lo que prohíbe el Corán no es específicamente comer o beber, sino tragar. Esto hace que el sacrificio del hambre se intensifique si la profesión elegida u obligada es cocinero. Claro que se tiene que probar la comida, lo contrario sería faltar a su trabajo, claro que no se puede comer, lo contrario sería faltar a la religíon. Los cocineros sienten de cerca el placer del manjar que están preparando, reteniéndolo unos instantes en la boca, para después escupirlo con el consecuente enfado general del cuerpo que ya hacía tiempo pedía que entrara algo a la garganta.
Muchos ponen especial atención al lavarse los dientes, no vayan a tragar agua, en realidad no hay restos de comida que limpiar. Otros no se bañan durante esa época, una aguadilla traicionera les puede hacer romper en un instante, lo que llevaban todo el mes guardando.
Si por cualquier motivo se ha estado convaleciente y se ha necesitado comer o beber, hay que apuntar el día, alguno otro del año habrá que recuperar, mientras todos los demás comen.
Los puestos de la medina tardan en abrir, pero saben que harán buena caja. No sólo porque por la noche la comida suele ser abundante, sino porque todos sabemos lo que significa ir a comprar a una tienda de comestibles con hambre atrasada, la cesta con certeza sale un poco más llena.
El ritmo alegre de Tetuán se ha detenido en esta mañana de Ramadán. Sus elegantes cafeterías entán cerradas hasta muy tarde y aprovechan para hacer limpieza general, no tendrán clientes hasta tarde. Los dulces de las panadería esperarán su turno hasta la noche. Todo es lento y apacible.
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