Ocurre el 2 de noviembre, la mayoría de las ecuatorianas se reúnen para cocinar, es un día especial, ha llegado el «Día de los Difuntos» o «Día de los Finados» y todo el mundo quiere su sopa típica y su muñeco de pan. Pero en algunas zonas de Ecuador, las mujeres tienen que hacer bastantes cálculos a la hora de comprar los ingredientes, pues no sólo hay que dar de comer a los vivos, sino también a los muertos.
No hay que irse muy lejos de la ciudad para observar esta costumbre. La foto superior está tomada en el cementerio de Calderón al norte de Quito. Podemos observar dos personas esperando para comer, la tercera que se ve en la imagen ya tiene su plato. Y sí, las madres ecuatorianas como la mayoría de las madres del mundo, hacen comida para un regimiento de vivos, pero ese gran plato de comida delata que aquí también se cocina para el regimiento de los muertos.
La costumbre que cumplen los indígenas dicta que el día 2 de noviembre, el paisaje ideal para degustar el almuerzo es el de tumbas y nichos, y la compañía mejor será la de los muertos.
No lo digo de forma metafórica; ese día, las encargadas de la cocina se esmeran por preparar la comida que más les gustaba a los difuntos. Se les reza y se les aparta su ración, para que disfruten de su jornada especial del año. El resultado: gente por todos los lados, agentes de policía intentando controlar las aglomeraciones y una mezcla de olores y sabores, llantos y risas, conversaciones y tintinear de platos, que hace del próximo día 2 de noviembre una experiencia única en un cementerio de Ecuador. En especial los localizados en los Andes.
Incluso hay lugares donde aún se conserva la tradición de hacer un agujero calculando donde estaría la boca del difunto y se vierte en ella una ración de «colada morada». La misma sopa que se comerán los vivos.
La realidad es que por supuesto ya no todos los ecuatorianos van al cementerio a rezar y a llevar flores y desde luego muchos de ellos prefieren no compartir mesa y mantel con muertos, pero es raro el que se escape de probar ese ese día espeso líquido de color oscuro llamado «colada morada» que lleva entre otros ingredientes, harina, moras, pasas, canela y clavo. A esto se le acompañan las «guagas» de pan, con figura de niña.
Los historiadores no se ponen de acuerdo en el origen de esta comida, ni siquiera si es prehispánico. Algunos aseguran que el pan simboliza la vida y la «colada morada», la sopa, simboliza la muerte. La unión de ambos manjares cristalizaría así el sentimiento de los indígenas, que no consideran la muerte como una ruptura sino una transición, un paso, un estado. Es una línea que precisamente ese día se hace más delgada, cuando unos y otros parecen escucharse el sonido de los dientes al masticar la guaga de pan empapada de colada morada.
Si quieres, puedes escucharlo aquí:
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Muchas gracias por participar en la fiesta de enlaces y muchas gracias por hacerlo con un post tan interesante. En tu blog, cada post, supone abrir una ventana llena de cosas curiosas sobre rincones del mundo que a la vez están tan cerca y tan lejos. Un besazo y buen finde!
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Gracias Olga, me alegro de que disfrutes leyendo mis costumbres.
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¡Qué interesante! 😉
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Gracias Leo
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